Consumo de cuerpos y relaciones informales

Vivo en una constante lucha con mi generación. A veces la amo, otras veces solo me acongoja no más. 

Hemos reivindicado cuestiones sociales muy importantes pero cada vez más nos inmiscuimos en el sistema contra el que luchamos y su consumo.

Hemos desbaratado estructuras sociales que solo lastimaban a las personas y a nosotros mismos; pero, en ese afán, construimos otras que a su vez nos dañan. A nosotros y también a los que vienen detrás. Así es el ejercicio de vivir en sociedad.

A veces quisiera no prestarle atención a este asunto pero somos seres sociales y de la misma forma en que se exaltan algunas de las luchas sociales de las que nos abanderamos – como el feminismo, la lucha contra el racismo, la xenofobia y la homofobia, la desigualdad social en Latinoamérica, entre otras... – también hay conductas líquidas que deberíamos cuestionar. Por ejemplo, las relaciones informales.

Precisamente Bauman nos acuña como modernidad líquida desde nuestros vínculos, en tanto que estamos impregnados del modelo neoliberal por todos lados, pues el consumo es un pilar fuerte en la actualidad.

Y también en las relaciones, por supuesto. Justo do it, you only live once. 

¿En qué momento nos empezó a parecer normal tener sexo con alguien antes de conocerlo verdaderamente? Claro, porque debemos disfrutar de nuestra sexualidad, por supuesto. Ahora, sin seguir un discurso religioso – porque pueden pensar eso –, la crítica la hago desde la pesadez que me genera que normalicen un intercambio tan importante como ese. 

La música más consumida es porno auditivo; queremos vernos bien para ser un producto atractivo y que atraiga consumidores; invertimos dinero en actividades de esparcimiento para conocer gente nueva –entre otras tantas– y eso no está mal, claramente son actividades sociales, pero, existe una gran diferencia entre el amor propio y el consumo del otro. Allí está la diferencia: ¿Bajo qué excusas estamos arrasando con los sentimientos de otras personas?

Hablemos de tinder: de la aplicación logran salir relaciones admirables, eso debe reconocerse. Sin embargo, el ejercicio de ver una foto tras otra, dar un like en función del gusto que genere esa foto ¿Esa acción no se parece, pues, a cuando compramos unos zapatos por alguna otra aplicación y depende de lo atraídos que nos sintamos, clickeamos en la opción de comprar? El match con los zapatos, se hace cuando se paga el artículo; en tinder, el match se hace bajo otras condiciones, claro. En ese sentido, el ejercicio es el mismo, solo cambia el producto.

Por otro lado, cuando el vínculo no se establece por una aplicación – cosa que sorprende luego de que ya realicemos casi todas las actividades sociales por diferentes aplicaciones y la vida virtual – se fijan acuerdos que permitan el acceso a todas las áreas de la persona en la que se está interesado – incluyendo el sexo, obviamente, esto es lo más importante – y luego de compartir vario tiempo, se definirá, si la otra persona vale lo suficiente como para decidir formalizar la relación.

Wow, después de escribir eso, wow. Pero ese es el tipo de amor que queremos ofrecer actualmente. Hacemos todo alrevés. Tampoco podemos mentir y actuar como si esto fuese normal; sin duda no es normal. ¿Por qué se debe normalizar ver al otro como un objeto que adquiero/uso y como no es lo que quiero o me llena por completo, simplemente lo ghosteo/desecho? Las redes sociales permiten una idealización absurda que no existe y olvidamos ver al otro como lo que es: un ser humano que siente. 

¡Es que hasta hemos tenido que inventar términos como demisexual y responsabilidad afectiva para que los que cuestionan esta liquidez en lo vínculos, no sean vistos como mojigatos!

Finalizo con el siguiente fragmento: "Desde la perspectiva socio construccionista, al comunicarnos unos con otros, construimos el mundo en el que vivimos..." (Gergen & Gergen, 2011) de lo anterior me surge un último interrogante: ¿Realmente somos –o seremos– la sociedad llena de máquinas como lo consideró Watts?


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