Cardo pálido

Ha llegado una invitada que esperé.

¡Al fin apareció!
Me hizo un gesto de compasión mientras acomodaba su equipaje.
Parece que su estadía será larga,
he visto varios trajes que quisiera usar alguna vez.

Desde entonces,
mi piel arde violentamente.
Me arranqué las espinas y las flores blancas que los cardos dejaron crecer.
Ya no las quiero regar, ojalá por sequedad también se mueran.

Ya las he arrancado muchas veces,
siempre luego de la primavera,
pero vuelven a crecer.
El rojo encarnado que aún vierte de allí,
me recuerda cuánto duele.

La rabia visitante me encomienda hacia el camino pedregoso y me quita los zapatos.
En el fin de aquel camino
podré sentir descanso en mis pies,
cuando los alce y los refresque en el río frío de mi pueblo.

¿Qué viene después de la primavera?
Recuerdos enlodados que se incrustan en la tierra,
el calor que cauteriza las heridas,
y la rabia aparecida que dignifica el proceso de crecer.

Nota. Imagen recuperada de twitter @luimortdibuja.



Comentarios

  1. La forma en que reflejas la ira y el dolor en el cardo, las espinas y el ardor me gusta. Sin embargo, la piel una vez deja de arder vuelve a sentirse suave cuando se encuentra curada, de igual manera las flores que crecen entre los cardos muestran que esa tierra sigue siendo fértil y que sólo necesita cuidado para renacer

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