Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2021

Ansiedad & phamarkon

Qué maldito miedo voraz que me roba la paz y lo mejor de mis días. ¿Aprenderé a vivir con él? o mejor: aquellos que me aman ¿Sorportarán esta debilidad con la que vivo? Este sentimiento no me bordea por completo, tengo cosas estimables en mí. Pero a veces me creo cada cosa que mi cuerpo me dice... Y necesito una trinchera para escapar del disturbio emocional. Bendita mi madre que me prepara un te y me abraza aún sabiendo que no le contaré nada; o mi hermano, que sorporta mis rufianes comportamientos cuando la cabeza no me da; a mis amigas, que son como unguento a mis heridas; y los ojos de mi sobrina que me afirman en la tierra. Por eso cobro fuerzas y me ven siempre volver: el amor es el pharmakon de toda enfermedad. **** "Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto." - Colosenses 3:14

Algoritmo emocional: una reflexión sociológica

 La estructura sociológica tan perturbadora -pero de la que todos somos partes- digitalizadora de sentimientos y filmadora de las emociones, nos está haciendo reducir todas nuestras transacciones a lo virtual: la profesión, el comercio, la educación, la política, el sexo, el amor -en cierta medida-, entre otros tipos de relaciones sociales; así, el proceso de socialización se convierte en un cubo de hielo que encoraza los sentimientos de las personas y lo "maquiniza". Pensar en la digitalización de los sentimientos, no es desquiciado. En palabras de Giddens (2004): "el ambiente social del que procedemos tiene mucho que ver con el tipo de decisiones que creemos apropiadas" (p.31) esto es, el ambiente mediático del que nos rodeamos a diario, nos puede llevar a seguir tomando decisiones "apropiadas" de acuerdo a ese mismo ambiente. De ahí que en una reunión de amigos o familiar, lo más importante es dejar el selfie de recuerdo o contarle a twitter cuál canció

El éxito del amor oculto

Cuestionar el valor interior-propio no es para nada extraño porque todos lo hacemos, tratando de "ser mejores". La población sueña con ser exitosa en todas sus áreas -espero que incluyan el amor-. A diario nos bombardean por redes sociales –que es nuestro vicio comunicativo- estimulándonos a ser mejores cada vez. Qué ansiedad. Pero, sobre el amor, siempre se imponen barreras y rediseñan una y otra vez este concepto. La liberalidad de la época parece afectar este concepto. Sin embargo, puede pensarse que tiene mucho que ver con el miedo de dejar de ser exitosos y mostrar fragilidad en esta área, entonces, se han decidido por ocultar esta parte de sus vidas.  Este éxito completo y sin descanso, que parece que nunca lo alcanzaremos, desbarata un escenario donde se supone, solo debe haber tranquilidad y no mera condicionalidad entre los implicados que quieren construir "amor". Los dos parecen enemigos de guerra. El amor no necesita de un éxito personal o profesio

Se arman pero no aman

Tal parece que el amor  ya no se encuentra  en la fragilidad y la nobleza.  El amor,  ahora,  parece ser una lucha de egos y un campo de batalla.    El que menos ame gana.

¿Ante quién se arroja el arma?

Decide quitarse el escudo y se ven claras las heridas. Admiran lo que ven pero no pueden entender la simetría de la cicatriz ni lo profunda que fue. En seguida, las preguntas lo agobian. Ellos necesitan una explicación cuál héroe devorado por leones que logró escapar. La figura de la herida los entretiene, no logran ver que aún duele. Ante ese desafecto, el héroe se encoraza y presto, huye. Decide no volver a desarmarse Mantener siempre su espada Y constantemente se pregunta: ¿Quién no oculta sus heridas y ante quién se arroja la arma?

Érase una mujer de coraje

Érase una mujer, que cargaba con coraje, la desdicha de otras mujeres, como un abrigo de esos pesados con piel de animal. Caminaba, y en su rostro reflejaba la desdicha del peso de lo que al mover las piernas, intentaba paralizarla. Era grande, se veía indestructible y las demás que la veían, ni siquiera acudían a su ayuda. Hubo una que se persuadió y se acercó: Cruzaron un par de palabras y empezó a caminar junto a ella, Ya no era una, eran dos llevando la pesadez que no podían comentar si no se acercaban a ellas, ninguna. Finalmente se acercaron dos más, se metieron juntamente debajo de la piel pesada, y no eran dos, ni tres, ya eran cuatro las que caminaban a la par, compartiendo la carga. Y así, siendo más, otras más, se persuadieron también. Juntas, llevando la pesadez de lo que no pueden comentar, de lo que las carga, de lo que las mata, y así, silenciosas, recolectan fuerzas para llevar juntas este yunque que pretende detenerlas. No podrá, ellas podrán. ***

No sé decir adiós...

 I Incluso antes de despedirme ya le extrañaba Creo que las hojas para escribrile se me agotaron antes de notarlo. Como su interés, Su atención, El supuesto amor… II Creo que no me fui cuando le dije que me iría Lo pensé, Lo pienso, No sé hasta cuando lo siga pensando. III ¿Qué será lo que me hace volver? Recordar los recuerdos, Volver a los besos, Abrazarme de nuevo a sus brazos. IV No piense en lo que usted ahora siente Recuerde lo que sintió, Sé que tampoco lo olvida, Como yo. V Hagamos un acuerdo Para no acordarnos más de esto. Pero enséñemelo usted, Yo aún no sé decirle adiós.

Luto amistoso

I A alguien que quise: le llamé amigo y así le consideré, le compartí de mí lo que no suelo hacer y la abracé sinceramente.   II Aún le veo y me acongoja, no poder hablarle nada de lo que me pasa... Ni abrazarla.   III Entiendo, no se pudo continuar, a veces pienso en lo que usted pueda pensar. Aunque es claro, vieja amiga, que si nos marchamos, nunca estuvimos; si nos dejamos, nunca nos acompañamos.   IV Pero la extraño, la quiero, y más que entenderla, la comprendo; a pesar de que usted, no sólo se distanciara de mí, sino de la comprensión que yo creí, usted me declaraba.

Permisión

I. Me permitiré recordar, por última vez, la primera vez; en que le vi, le hablé, le reconocí y le quise. II. Me permitiré tener claro cada acontecimiento, necesito excusas para cuando los anhelos de usted, vuelvan. Me permitiré el peso de los recuerdos, que son pocos pero quebrantadores...  Un yunque al lado de esas memorias es una pluma. III. Me permitiré también, contar sobre usted y nuestra amistad,  sobre la desdicha de quererle, sobre la entrañable espera banal. IV. Pero sobre todo esto, me permitiré olvidar. No a usted, ni los sucesos, sino los sentimientos; esos absurdos sentimientos que guardé por mucho tiempo...