Algoritmo emocional: una reflexión sociológica

 La estructura sociológica tan perturbadora -pero de la que todos somos partes- digitalizadora de sentimientos y filmadora de las emociones, nos está haciendo reducir todas nuestras transacciones a lo virtual: la profesión, el comercio, la educación, la política, el sexo, el amor -en cierta medida-, entre otros tipos de relaciones sociales; así, el proceso de socialización se convierte en un cubo de hielo que encoraza los sentimientos de las personas y lo "maquiniza".

Pensar en la digitalización de los sentimientos, no es desquiciado. En palabras de Giddens (2004): "el ambiente social del que procedemos tiene mucho que ver con el tipo de decisiones que creemos apropiadas" (p.31) esto es, el ambiente mediático del que nos rodeamos a diario, nos puede llevar a seguir tomando decisiones "apropiadas" de acuerdo a ese mismo ambiente. De ahí que en una reunión de amigos o familiar, lo más importante es dejar el selfie de recuerdo o contarle a twitter cuál canción suena mientras cenan.


Digo, eso no está mal, todo ello es parte del avance sociológico -si es que es algún tipo de avance- pero, quiero creer que nuestro comportamiento sigue siendo libre y no se condiciona por todo esto. A su vez, quiero creer que pese a la intervención mediática, los besos y los abrazos siguen siendo reales.

 

La estructuración de una sociedad que liquide los vínculos solo crearía y estructuraría una sociedad de autómatas. Igual, ya no amamos como antes; tampoco tenemos la posibilidad del contacto físico a expensas por la pandemia; y mucho menos tenemos empatía por fuera de la virtualidad... ¿Qué hacemos? ¿Sacamos la virtualidad a la vida real o ya la vida real se mudó a la programación de algoritmos? 

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